Opinión

RACISTA

Hay coincidencia en la necesidad de que la mandataria pida perdón a las mujeres indígenas pobres, a las que ofendió de manera tan torpe, tan innecesaria y tan arrogante.

Lo más común en las personalidades políticamente inmaduras y psicológicamente desequilibradas, es no aceptar que se cometen errores. La conducta más usual cuando se ha incurrido en una falla, es culpar a los demás de lo sucedido, minimizar el yerro y hacer como si nada hubiera pasado.

Y esa es exactamente la actitud que ha asumido la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, ante el yerro monumental de tildar a las mujeres indígenas pobres, de “ser lo peor que ha pasado”. O siendo más precisos: sostuvo que ser mujer, indígena y pobre, “es lo peor que le puede pasar a una persona”. Ambas interpretaciones se derivan, finalmente, del mismo concepto.

En lugar de aparecer en público y ofrecerle una disculpa a las miles de mujeres, indígenas y pobres que hay en Campeche, a las millones de personas en esa condición que hay en el país, y las miles de millones que deambulan con esas características por el mundo, la señora Sansores prefirió acusar a los periodistas de “sacar de contexto” su declaración.

La verdad es que por donde sea que se lea, se escuche o se vea esa desafortunada declaración –enésima, y lo peor que es una más, porque seguramente vendrán peores—la interpretación es la misma. No hay margen de defensa. Para Layda Sansores, ser mujer, indígena y pobre, es lo peor que le puede pasar a una persona. Qué detestable manera de pensar.

Con justa razón la Red Nacional de Abogadas Indígenas y la asociación Casa Colibrí repudiaron ese pronunciamiento, y están exigiendo una disculpa pública. Junto con ellas, miles de usuarios de redes sociales de todas las páginas que repudiaron tan deleznable expresión, han coincidido en la necesidad de que la mandataria pida perdón a las personas a las que ofendió de manera tan torpe, tan innecesaria y tan arrogante.

La expresión en el rostro de la presidenta Sheinbaum presente en el evento en que Layda Sansores pronunció tan repudiables palabras, no pudo ocultar su desacuerdo, su desagrado y su arrepentimiento por haberle cedido el uso de la palabra. Tan frecuentes tropiezos de Sansores deben ser causal de prohibición para intervenir en eventos públicos de por vida.

Pero no va pasar nada. La indolencia de Sansores San Román da para eso y para más. Va insultar, ofender y hasta probablemente demandar a las páginas y periodistas que “mal interpretaron sus palabras”, y quizá hasta se atreva a llevar despensas a una o dos comunidades indígenas para quitarse el golpe, pero sus palabras han quedado registradas para la posteridad.

Y no son palabras vacías. Vienen acompañadas con el desdén que ha demostrado a lo largo de su Gobierno para trabajar por esas comunidades a fin de ayudarlas a salir de la pobreza. Nada ha hecho por esas mujeres. Supone que iniciando sus demagógicos discursos con un saludo en lengua maya, y portando el terno yucateco ya “empatizó” con ellas, pero la verdad es que es la gobernante que menos se ha preocupado por las mujeres indígenas y la que más las ha insultado…

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