EXPEDIENTE | ¿ES CAMPECHE REALMENTE UN ESTADO POBRE?
Ha sido recurrente el discurso de la gobernadora Layda Sansores, en todos los foros en que ha participado, enfatizando su visión de que Campeche es un “estado pobre”. Más aún, ha llegado a decir que “es un Estado jodido”, y más recientemente, ante la presidenta Claudia Sheinbaum, declamó que estamos “a las puertas del infierno”.
Indudablemente que una narrativa de ese estilo no habla de una persona que ama a su tierra, que valora su cultura, que conoce sus recursos naturales, que dimensiona sus potencialidades, y que aprovecha, para bien de todos a su mejor gente para trabajar por el bien de nuestra amada tierra.
Y si la gobernadora Layda Sansores no valora a nuestra querida patria chica, que en mal momento se le ocurrió venir a gobernar, mucho menos siente afecto por los campechanos. Por eso es que trajo gente de la Ciudad de México, o los importó de Puebla, de Yucatán, de Guanajuato o de cualquier otro rincón escondido que no sea Campeche.
Que Layda Sansores no quiere a Campeche lo demuestra con sus frecuentes ausencias. No hay semana que no viaje a la Ciudad de México, o a Chiapas, o a Querétaro, o a Guatemala para atender a sus negocios y a su “amante legítimo”, de suerte que solo le otorga a los campechanos migajas de su tiempo. Considera que nos debemos dar por bien servidos con su programa semanal de los martes y con las contadísimas audiencias ciudadanas que concede los miércoles. Fuera de eso no hay más.
Pareciera que Sansores San Román se ha resignado a dejar a nuestro Estado más “jodido” —como ella dice— que cuando lo recibió. No ha aportado nada para la creación de nueva infraestructura productiva, no se ha interesado en incrementar la producción agropecuaria para que la ganadería, la agricultura, la pesca, la agroforestería, aporten algunos puntos al Producto Interno Bruto estatal, que nos ayuden a salir de las posiciones actuales que nos ubican en el sitio más bajo.
Es muy frecuente escuchar en los discursos de la señora Sansores su creencia o convicción de que las cosas se dan por magia. Que las cosas son mágicas, y que de esa forma se puede mejorar. Ilusiones infantiles sin duda alguna, que probablemente han reaparecido ahora que ella rebasa los 80 años de edad. Y es que dicen que cuando se llega a viejo, algunas personas se comportan como niños.
Pero no. Las cosas no se han por magia. El desarrollo, la prosperidad de un pueblo, la transformación, la industrialización, el crecimiento económico, etcétera, son producto de un trabajo colectivo, del pueblo, de los obreros, de los campesinos, de los productores, de los inversionistas, de los comerciantes, de los transportistas, etcétera, que se coordinan y que trabajan de la mano con gobiernos visionarios. Y ejemplos abundan en otras entidades del país.
En Campeche en cambio, el Gobierno prefiere recurrir a la resignación y al lamento, antes que al trabajo y al esfuerzo. Es más fácil culpar de este atraso a los gobiernos de antes, que admitir que llevamos una década de gobiernos Sansoristas –el de don Carlos y el que lleva hasta ahora su hija Layda—que no lograron cambiar absolutamente nada, y que no aportaron ni una migaja al crecimiento de la economía.
Que Layda Sansores no disfrace su fracaso en el discurso de que “somos un estado pobre y jodido” o que la “Ley de Coordinación Fiscal es una mentada de madre”. Ya nadie le cree, ya nadie le aplaude y no genera absolutamente nada con esa ridícula postura.
¿Por qué no habló en ese mismo tono cuando Carlos Salinas la impuso como diputada federal? Sencillo. Porque no representaba a Campeche. ¿Por qué no tomó la tribuna en sus 12 años como senadora para denunciar esa injusticia para con el pueblo de Campeche? Porque no le interesaba. ¿Por qué no aprovechó su “amistad”, su “cercanía” y su “buena relación” con el expresidente López Obrador y ahora con la presidenta Sheinbaum para revertir esas adversidades? Porque no le interesa porque son material para sus excusas, pretextos y justificaciones. En suma: porque no le interesa el desarrollo de nuestra entidad.
Campeche tiene vastos recursos naturales, pesqueros, petrolíferos, acuíferos, forestales, bellezas naturales para atraer a millones de turistas, y somos un pueblo trabajador que no se achica ante nadie. Tenemos todos los ingredientes para ser un mejor Estado y tener un mejor desarrollo, pero nos han tocado pésimos gobernantes. Y sin duda alguna que Layda Sansores es la peor.
Si le concediéramos la razón a Layda Elena y coincidiéramos con ella en que la culpa de este rezago campechano es de los gobernantes, entonces hay que precisar que los Sansores tuvieron 10 años —y desafortunadamente les quedan dos más— para cambiar ese estado de cosas, pero prefirieron saquear el presupuesto disponible, en lugar de trabajar por el bien del pueblo.
La gobernadora Sansores ha manejado más de 100 mil millones de pesos en cuatro años, y nadie sabe en qué ha erogado esos recursos. Es más fácil distraer al pueblo “persiguiendo corruptos” que dar resultados. Debería empezar por explicar en qué ha gastado ese dineral porque ciertamente, ahora estamos peor que antes. Y no por ser un Estado pobre, sino por tener pésimos gobernantes, entre las que ella destaca como la peor.

