Opinión

PASEÍLLO | LAS SANSORES: GOBERNANDO DESDE LA FRIVOLIDAD

Por: Guillermo del Jesús Padilla Sierra

En México, los políticos suelen recurrir a dos métodos para llamar la atención y mantenerse en el imaginario popular. El primero —el menos frecuente, casi exótico— consiste en hacer obras, resolver problemas reales y mejorar la vida de sus gobernados. Es decir, gobernar. Muy pocos optan por ese camino; no da reflectores inmediatos y exige talento, planeación y visión.

La segunda vía, en cambio, es mucho más cómoda: convertir el gobierno en un espectáculo, en una puesta en escena de mal gusto donde lo importante no es gobernar, sino aparecer. Y eso es exactamente lo que estamos viendo en Campeche.

El reciente informe de la presidenta del DIF Estatal, Laura Sansores, fue la confirmación de que la administración que encabeza su hermana, Layda Sansores, gobierna desde la frivolidad absoluta. La funcionaria convirtió el evento en una mezcla extraña de musical escolar y presentación cómica improvisada. Funcionarios y personal de todas las áreas —incluidos intendentes— fueron obligados a bailar y actuar para “dar la nota”. Y sí, la dieron: pena ajena a nivel nacional.

Mientras tanto, Campeche sigue esperando lo básico: seguridad, inversión, obra pública, infraestructura, oportunidades y empleos. Pero la familia Sansores prefiere el ritmo, la lentejuela y la ovación fácil del séquito presupuestado. La gobernadora, desde sus “Martes del Jaguar”, ya normalizó la política como entretenimiento, desplegando cada semana un espectáculo donde ella misma se encarga de cantar, declamar y hacer monólogos que nada aportan a los problemas del estado.

Y que no se diga que la crítica es “misógina”. Aquí no se cuestiona el género, sino la ineficacia y la frivolidad. Son servidores públicos, pagados con los impuestos de todos, y están obligados a dar resultados, no números musicales.

El saldo es claro: Carmen vive una de las peores administraciones estatales de su historia. Campeche, pese a estar estratégicamente ubicado entre dos motores económicos como Yucatán y Tabasco, sigue detenido en el tiempo. Sin rumbo. Sin proyecto. Sin liderazgo.

Y todo mientras las Sansores bailan.

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