PAPA FRANCISCO PROMOVIÓ LA INCLUSIÓN Y APOYO A DIVORCIADOS SIN CAMBIAR LA DOCTRINA SOBRE EL MATRIMONIO
El Papa Francisco fue un defensor constante de la inclusión y el acompañamiento de los divorciados y aquellos que se han vuelto a casar, manteniendo, sin embargo, la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio. En sus declaraciones, el Papa enfatizó que los divorciados no deben ser excluidos de la comunidad eclesial, sino que deben ser acompañados con compasión en su camino espiritual.
A pesar de que la Iglesia mantiene la enseñanza de la continencia plena para los divorciados vueltos a casar, el Papa ha reconocido las dificultades que pueden surgir en la aplicación de esta norma. En algunos casos, y después de un adecuado discernimiento, se permite la administración del sacramento de la reconciliación, ofreciendo una vía de retorno a la gracia divina.

En 2015, el Papa Francisco introdujo una reforma importante en el proceso para declarar la nulidad matrimonial, haciendo este proceso más rápido y accesible. Este cambio ha permitido a los católicos divorciados buscar una declaración de nulidad, lo cual podría abrir la puerta a la comunión si se determina que el matrimonio original fue inválido.
FORMACIÓN DEL PAPA FRANCISCO
Aunque conocido mundialmente por su labor pastoral, el Papa Francisco tiene una formación académica interesante. Originalmente, se licenció como técnico químico en alimentos, pero su verdadera vocación por el conocimiento lo llevó a estudiar Humanidades y Filosofía, además de Teología. Entre 1964 y 1966, fue profesor de literatura y psicología en varios colegios, un campo en el que también demostró pasión.
Su carrera como jesuita lo llevó a estudiar en Alcalá de Henares, España, entre 1970 y 1971. Tras ese período, fue elegido provincial de los jesuitas en Argentina en 1973, cargo que desempeñó durante seis años. Después de este tiempo, regresó a la docencia y se dedicó al trabajo pastoral en diferentes iglesias. En 1992, fue nombrado obispo de Auca y auxiliar de Buenos Aires por el Papa Juan Pablo II, y, en 1998, asumió como arzobispo titular de Buenos Aires. Tres años después, fue creado cardenal, un cargo en el que siempre mantuvo su compromiso con los más necesitados, invitando a los fieles a destinar el dinero de su viaje a Roma a los pobres.