Opinión

TINTE PALICEÑO

Palizada ya no es ese pueblo mágico, pacífico y romántico que enamoró a muchos turistas. El tinte paliceño ahora es el de la violencia, el del luto y de la sangre,  gracias a la ineptitud de este Gobierno…

De negro y rojo. De luto y sangre se ha pintado Palizada. Ese pueblo mágico que poco a poco empieza a ser carcomido por la delincuencia organizada, que fue escenario de fanfarrias y porras ensayadas con la reciente visita de la presidenta Claudia Sheinbaum, pero escasas horas después se tiñó de dolor y lágrimas, éstas sí, genuinas, auténticas, de impotencia y de reclamos de justicia.

A todos duele el asesinato de la síndica Karina Díaz, seamos o no de su afinidad ideológica, o de sus convicciones partidistas, sí lastima que se haya convertido en una más de esas estadísticas que para el Gobierno de Layda Sansores son “casos aislados”, pero que se han multiplicado de manera alarmante golpeando incluso a gente de casa, a personas cercanas a la mandataria.

Habrá muchos escenarios de especulación en torno a la ejecución de la maestra Karina, pero la realidad es única: Campeche ha dejado de ser el Estado seguro que solía ser hasta antes del 15 de septiembre de 2021, cuando Marcela Muñoz tomó el control de la seguridad pública en Campeche. Desde entonces, y tal y como ella lo pidió, nos hemos tenido que “acostumbrar” a la violencia.

Eso no quiere decir que la respaldemos. Por eso en infinidad de ocasiones los campechanos hemos pedido el cese de Marcela Muñoz. Sabemos que la línea de responsabilidades o culpabilidades por el incremento de la incidencia delictivas en le entidad, han pasado necesariamente por sus manos.

Si la gobernadora le agradece a ella de manera muy efusiva, que “ha mejorado” la seguridad, los ciudadanos de libre pensamiento la culpamos a ella del caos real que existe, del auge de hechos ligados con la delincuencia organizada, que han multiplicado las ejecuciones, las extorsiones, los robos y en suma, toda la violencia en territorio estatal.

Habrá que esperar el rumbo que tomarán las investigaciones sobre el asesinato de la síndica paliceña Karina Díaz. Su muerte no puede ser un caso aislado, cuando unos meses antes otro regidor de su mismo partido –candelario Cruz Peralta—fue baleado en la isla San Isidro, y cuando en esa zona se han decomisado armas de grueso calibre, vehículos y droga de la delincuencia organizada.

No. Palizada ya no es ese pueblo mágico, pacífico y romántico que enamoró a muchos turistas. El tinte paliceño ahora es el de la violencia, el del luto y de la sangre,  gracias en gran parte al Gobierno de la señora Sansores que minimiza el auge de la incidencia delictiva y se lo achaca a los “periodistas chayoteros” que no la quieren.

Ha podido vivir la señora Sansores durante cuatro años y medio del autoengaño, o de las mentiras que le dicen sus colaboradores y asesores, pero cuando las balas traspasan el cuerpo de una persona cercana a sus afectos, el panorama necesariamente tiene que cambiar. Su perspectiva se tiene que ajustar a la realidad real, o a la ficticia. Pero si quiere seguir con sus engaños, entonces ¡cuidado! Porque detrás de eso pueden haber encubrimientos y quizá hasta complicidades.

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