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OPINIÓN: LAYDA SANSORES Y LA FALACIA DEL ‘97

El revisionismo histórico, capítulo Campeche.

Segunda de tres partes.

POR:  VÍCTOR ALBERTO AMÉNDOLA AVILÉS

Viví de cerca el proceso de aquel año.

Y perdón, hablar en primera persona ciertamente a veces es un poco incómodo.

El periodismo no se centra en la imagen o personaje que “reportea” o en el que emite la información, o bien, del que investiga el pasado.

Pero en este caso es necesario dar mi testimonio personal como una parte importante que aspira a terminar de cerrar el engranaje de la conclusión final.

El Sansorismo es un fenómeno caciquil en Campeche. Tiene y representa todas sus características.

No solo las de México a lo largo de su larga historia; también las de América Latina, muchas de las cuales han sido recogidas por Vargas Llosa, García Márquez y otros autores menos famosos o reconocidos.

El caciquismo es un fenómeno social y político que se hace de dineros públicos para su enriquecimiento ilegal, para impulsar su poder y a través del miedo y la amenaza, poderse imponer y sostener.

Encierro, destierro o entierro, era la frase coloquial con la cual los viejos caciques solían amenazar a sus críticos y detractores.

Layda Sansores es hija de un cacique criminal. De Carlos Sansores Pérez, y así como en las historias de mafias y criminales, se ha romantizado su figura histórica. De él y de ella.

Hay una cosa cierta: la fortuna de esa familia no se puede entender si no es con el hurto y el saqueo de las arcas públicas del país en el pasado, y de Campeche en el presente.

De que hay pseudo periodistas y personajes hoy que se ponen de tapete y alfombra y tiran incienso en pro del cacicazgo reloaded, es entendible. Son los Lord Moléculas y lameculos del patio.

Layda Elena construyó con habilidad cierta fama a partir de 1997. Y lo hizo con el uso de medias verdades, mentiras completas, con manipulación del proceso electoral de ese año, y con la divulgación diaria de mentiras.

El contexto histórico del país y de Campeche era otro en ese momento. El PRI atravesaba, aún sin saberlo, su última etapa como Partido hegemónico nacional. México igual llegaba agotado ya a su etapa post revolucionaria.

Nuevos valores, nuevos modelos sociales y una nueva corriente democrática empezaban a reconciliarse, sobre todo después de 1985 y 1988.

Las represiones del ‘68 y ‘71 habían impuesto una pausa obligada; salir del shock nos llevó 5 largos lustros.

Derechos Humanos, transparencia, acceso a la información, rendición de cuentas y elementos democráticos empezaban ya a ser una constante… hasta que llegó la 4T y Morena.

Y ahí empezó el retroceso.

Pero regresemos a 1997.

Romeo Ruíz daba la orden: “Bagdadi, necesitamos la lista de representantes del PRI y empezar a pagarles para que la información se nos entregue a nosotros y no a ellos”.

Aníbal Ostoa llegaba a Campeche como lo que era: un empleado del mismo Romeo.

La Sra. Sansores en una sala de su casa nos pidió de forma literal: “Campeche debe pagar su cuota de sangre”.

¿Qué significaba eso?

Pues fácil: que buscáramos “provocar” en las marchas de protesta y que la represión se hiciera presente. “Lograr” que nos mataran a alguien y así la doña poder pedir la repetición de la elección que ella, hoy me queda más que claro, realmente perdió.

Que se caigan los mitos, las mentiras y las leyendas urbanas.

El pleito de Amalia García y Layda Sansores fue ese precisamente. La negativa de la Delegada Nacional del PRD de poner en riesgo nuestras vidas.

Y es que para ser francos y honestos:

Nosotros no teníamos camionetas blindadas, Layda sí.

Nosotros no teníamos guaruras ni guardaespaldas de tiempo completo. Layda sí.

Nosotros no teníamos fuero federal. Layda sí.

La narrativa, impulsada con grandes cantidades de dinero inyectados por el cacicazgo Sansorista, puso al PRD y sus militantes como “desleales y traidores”. Y a ella como la víctima de la historia. Una historia mal contada, perversamente fabricada y tan llena de huecos en su construcción.

La Sra. Sansores por poco logra su objetivo.

En un mal cálculo de un sector del PRI, según mi perspectiva, con una orden nacional, hubo un acto de represión en octubre del ‘97.

19 de ese mes para ser precisos.

La noche previa de tal suceso, un servidor pernoctó en Champotón, y al día siguiente, tan pronto supimos la noticia, me trasladé de regreso a Campeche en un VW blanco con Eddie Lara Hernández, entonces presidente estatal del PRD.

Hay una cosa real y cierta, que no puede soslayarse: por “debajo del agua”, algunos grupos minoritarios del PRI intentaron enturbiar las aguas. Aquí en Campeche y ahí en la ciudad capital.

Hoy queda claro que la convulsión del PRI había dado inicio ya. Solo que esa lucha fratricida no solo se daba dentro de ese partido; al mismo tiempo y de forma paralela una de esas facciones alimentaba la incipiente migración que ya se iba del PRI al PRD, y ahora como ya supimos, del ex PRD a Morena.

González Curi era de los que se mantenían firmes dentro del PRI, y los sabotajes a su gubernatura venía de sectores del propio priismo que añoraban el viejo estatismo, corriente de la que formaba parte el Sansorismo.

¿Quién financiaba?

Obvio: Todo era aceitado con dinero <negro>.

All u know what i mean.

¿Qué supimos después?

Que el campamento se levantó.

Los golpeados y los heridos fueron la carne de cañón de la familia Sansores.

La protesta se acabó.

Y que el fruto de la negociación fue el reembolso del costo íntegro de la campaña, depositadas por el gobierno federal con la aprobación de Ernesto Zedillo a cuentas en Canadá a nombre del clan caciquil.

¿La fuente? Mismos perredistas que ahora están en Morena.

Vino después el año 2000. Sansores y su enoooorme congruencia ética y moral, es decir: ninguna… apoyaron al PAN y a Vicente Fox en traición al PRD, a Cuauhtémoc Cárdenas y a la propia Amalia que era la presidenta nacional.

Vino después el año 2003. Sansores y su enoooorme congruencia ética y moral, es decir: ninguna… apoyaron al PRI y a Jorge Carlos en traición… ahora al PAN al que habían apoyado tres años antes.

Vino después el año 2009. Sansores y su enoooorme congruencia ética y moral, es decir: ninguna… apoyaron al PRI y a Fernando Ortega en traición… a la democracia campechana.

Y así llegamos al día de hoy.

Uno puede ver en la calle a Don Abelardo Carrillo Zavala, de forma sencilla y sin guaruras, sin camionetas blindadas que vayan repletas de guardaespaldas.

Uno puede ver en la calle al Ing. Jorge Salomón Azar García, de forma sencilla y sin guaruras, sin camionetas blindadas que vayan repletas de guardaespaldas.

Uno puede ver en la calle a Antonio González Curi, de forma sencilla y sin guaruras, sin camionetas blindadas que vayan repletas de guardaespaldas.

Uno puede ver en la calle a Jorge Carlos Hurtado Valdez, de forma sencilla y sin guaruras, sin camionetas blindadas que vayan repletas de guardaespaldas.

¿Ya vieron cómo anda la Sra.?

Ayer en el ‘91

Ayer en el ‘94

¿Ayer en el ‘97?

¿Ayer en el 2003?

¿Ayer en el 2009?

¿Ayer en el 2015?

¿Ayer en el 2021?

¿Y hoy?

Los guardias, guaruras y guardaespaldas, así como las camionetas blindadas han sido cosa de toda su vida.

Concluyo en una 3era y última entrega.

Gracias nuevamente.

V. Amendola

Rōnin

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