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EXPEDIENTE | CUATRO AÑOS DE LAYDA: UN BALANCE DESASTROSO

Mañana lunes se ajustarán cuatro años exactos desde que la señora Layda Elena Sansores asumió la gubernatura, y el balance sigue siendo desastroso. No hay resultados, no hay acciones de Gobierno, no hay programas sociales para los sectores más desprotegidos y los saldos en economía, salud y seguridad siguen siendo deficitarios.

No se espera que la mandataria emita algún mensaje para conmemorar esta fecha. Y tiene razón porque no hay nada qué festejar. Por el contrario, debería ser una efeméride negra, una pésima etapa —la peor de todas, hasta ahora— en la historia de Campeche.

Tal vez la gobernadora debe aprovechar esta fecha para pedir perdón a los campechanos. No solo a las mujeres indígenas a quienes ofendió impunemente, sino a todos los ciudadanos que esperaban de ella un cambio verdadero y hoy se sienten defraudados. Layda Sansores no solo ha sembrado odio, obsesiones de venganza y resentimientos, sino también desencanto y decepción. Le quedó muy grande el saco.

Si algo ha abundado en los cuatro años de esta nefasta Administración estatal, son los abusos y los excesos. La intolerancia, la represión y la persecución contra los adversarios políticos y los periodistas críticos, y de manera más reciente se estrenó un instrumento jurídico que se cierne como una espada de Damocles encima de las cabezas de todos los campechanos: la Ley de Extinción que será usada, sin duda alguna, para hostigar y lastimar a quienes no son del agrado de la mandataria.

Surgida de un proceso electoral en donde oficialmente dos de cada tres campechanos le dijeron “NO” al votar por una opción política diferente, la gobernadora Sansores jamás se preocupó por agenciarse la simpatía de los que no votaron por ella. Por el contrario, los ubicó en su lista negra y se dedicó a beneficiar solo a los de su familia, a los de su tribu, a los de su horda, según ella misma ha confesado.

A lo largo de estos mil 461 días y alrededor de 35 mil horas que lleva ejerciendo el poder —lo que es un decir, ya que se la pasa viajando—, ha tenido un pésimo desempeño que la alejó del respaldo popular. La inmensa mayoría de las encuestas la colocan entre los gobernadores peor evaluados del país, con peor desempeño y con peores resultados, y eso refleja el sentir popular, el repudio a de gente a esta Administración. Incluso aquellos que votaron por ella han externado su decepción y su ofrecimiento de que no volverán a ser engañados.

La seguridad pública, que era uno de los baluartes que identificaba a nuestro Estado, se ha deteriorado de manera alarmante. Ya no es novedoso enterarnos de violentas ejecuciones, secuestros y asesinatos. Y bien nos lo advirtió hace cuatro años la secretaria de Protección y Seguridad Ciudadana, Marcela Muñoz Martínez: “acostúmbrense a estas situaciones” dijo en su momento, pero no le creímos.

El fracaso en impulsar la economía se refleja en todos los municipios a lo largo de la entidad, donde más del 60 por ciento trabaja en la informalidad y no tiene derecho a seguridad social, ni siquiera una pensión digna. En Ciudad del Carmen se han perdido más de 20 mil empleos en los últimos seis meses a causa de la crisis por el impago de Pemex. Problema que la gobernadora quiso resolver en el discurso —mintió ante la presidenta Sheinbaum diciendo que todos los adeudos habían sido saldados— pero que en los hechos crece cada día más, lacerando a miles de familias que quedaron a la deriva.

Carente de estrategias y de propuestas serias para atender ese pendiente, a la gobernadora solo se le ocurre organizar conciertos, festivales o eventos de la farándula para distraer —o idiotizar—a quienes se van con la finta. Al pueblo, pan y circo.

La salud también se quedó en el tintero. Los hospitales públicos son una auténtica vergüenza y no se diga de los centros de salud.  No hay médicos, ni medicinas, ni enfermeras. Estamos peor que nunca, pero los encargados de esas áreas se sienten satisfechos, como si realmente estuviéramos en Dinamarca.

Su “política” de combate a la corrupción es una auténtica caricatura. Ha dotado de impunidad a los suyos, que saquean a su antojo las arcas públicas, mientras engaña a los campechanos persiguiendo a exfuncionarios de la Administración pasada a quienes libera a cambio de una mochada y de que declaren contra Alito Moreno Cárdenas. Nada ha dicho, ni dirá, de su sobrina política, América Azar Pérez, quien manejó las finanzas en el sexenio anterior, y quien resultó también ampliamente beneficiada con esos manejos. No exageramos al afirmar que las estrategias de corrupción de la gobernadora Sansores son también corruptas.

Le quedan dos años a este pésimo Gobierno, y lo que se vislumbra en el horizonte es más de lo mismo. No habrá cambios esenciales en el rumbo, y por el contrario, se espera que arrecien las acciones de persecución contra las figuras de oposición que puedan representarles un riesgo electoral, en una especie de reedición de lo que le armaron a Eliseo Fernández hace dos años. En resumen: hemos tenido cuatro desastrosos años de esta nefasta Administración estatal, y las cosas van a empeorar porque no hay en la gobernadora humildad para reconocer sus errores, ni valor y entereza para enmendarlos.

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