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EXPEDIENTE | BUSCAN PRIÍSTAS SALIR DE LA TUMBA

Sin el ánimo y el interés de otros ayeres, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) convocó a la renovación de su dirigencia estatal, que se realizaría a través de un Consejo Político, pero como solamente se registró una planilla, se evitó el trámite engorroso de una campaña interna, por lo que le dieron posesión a la fórmula palomeada desde la Ciudad de México por el propietario de ese partido, el senador Rafael Alejandro Moreno Cárdenas.

La línea dictada desde hace varias semanas era que Ricardo Medina Farfán y Diana Mena Lezama se hagan cargo de recomponer el tiradero que les dejarán la diputada federal Ariana del Rocío Rejón Lara como presidenta, y Jorge Esquivel Ruiz como secretario general, quienes se van con uno de los récords negativos de más renuncias de militantes durante su periodo de dirección.

Medina Farfán ya fue dirigente estatal del PRI. Su porcentaje de derrotas en los comicios fue muy superior al de los triunfos y él mismo jamás ha ganado un proceso electoral, aunque ha sabido colocarse en posiciones plurinominales para mantenerse activo. Ahora mismo ocupa una regiduría plurinominal luego de fracasar en su intento por convertirse en el alcalde de Campeche.

En este contexto, podría pensarse que Ricardo Medina no fue enviado de regreso a la dirigencia estatal del PRI por su perfil de estratega victorioso, sino sólo porque se apega estrictamente a la línea e instrucciones que recibe del líder nacional del PRI, Alito Moreno Cárdenas.

Que nadie dude que a partir de que Medina asuma la dirigencia estatal del tricolor, retome el discurso estridente y combativo contra la Administración de la gobernadora Layda Sansores, tal y como acostumbraba en sus días como diputado local y coordinador de su mermado grupo parlamentario.

¿Por qué abandonaron él y el PRI en los últimos meses el discurso antilaydista? Hay un mar de especulaciones. La más sonada es que se estaba cocinando una posible alianza o coalición con Morena o con la gobernadora Sansores, para enfrentar la creciente fuerza que trae con su regreso Eliseo Fernández Montúfar.
La única condición que el tricolor exigía para consolidar ese PRI-MOR tropical, era que cese la persecución política y penal contra Moreno Cárdenas. Que le devuelvan sus propiedades incautadas y se deseche de plano la promoción de juicio político en su contra.
Es cierto, el PRI no representa mayor fuerza electoral. En las últimas encuestas por ejemplo, Demoscopia Digital le da un 3.9 por ciento de preferencias electorales, casi lo mismo que al PT (3.4) y que al PVEM (3.1), sin embargo, esos puntos le serán necesarios a Morena, si como todos suponen, postula a una candidata débil y sin arrastre como es Liz Hernández.

Recordemos que ni siquiera Layda Sansores pudo ganar la gubernatura con los votos de Morena, y que fueron los votos del PT los que le dieron la victoria sobre Eliseo Fernández Montúfar.
Lo cierto es que el PRI ha dejado de ser ese partido que antes arrasaba las elecciones y que su militancia se ha alejado por la cerrazón y favoritismo que ha mostrado Moreno Cárdenas en el otorgamiento de cargos y candidaturas, lo que obligó a muchos a buscar acomodo en el Gobierno o en Movimiento Ciudadano.

Una verdad irrebatible es que hagan lo que hagan o aparenten hacer, nada va a mejorar si se siguen imponiendo las decisiones que le convengan a Alito Moreno, y que con ello se siga traicionando la ideología y los postulados del Revolucionario Institucional. De seguir así continuará el alejamiento de los campechanos y vendrán más renuncias o deserciones silenciosas.

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