EXPEDIENTE | DIFÍCIL CIERRE DEL SEXENIO
Estamos a escasos 100 días de que termine la Administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, y aparecen en el horizonte las sombras, los claroscuros y los nubarrones, que alimentan la preocupación, el morbo y la incertidumbre y constituyen la caída del telón que mostrará la desnudez de los actores y los fracasos acumulados durante el sexenio.
Lo preocupante no es el aspecto político. Quiérase o no, los operativos para curar las heridas que han dejado los procesos electorales, parecen superados, aunque prevalece cierto malestar dentro del partido oficial, por las decisiones tomadas para designar al gabinete y premiar en sus distintos niveles a quienes se consideran con ese derecho por su papel en las campañas. El reacomodo es generalmente el pago de cuotas. Nada más. Y no hay comida para todos.
Lo que prende las luces rojas es lo concerniente al aspecto económico. Aquí está el quid de las dificultades con el que será el arranque del siguiente Gobierno que encabezará Claudia Sheinbaum Pardo. Por principio se anuncia un plan de severa austeridad para concluir 2024 y de importantes ajustes en el presupuesto de 2025.
Veamos. El dólar marcha al alza, se reciente desaceleración económica, la inflación no cede —sólo en junio el índice se acercó a cinco puntos, el nivel más alto de los últimos 12 meses—, subsiste estancamiento laboral y el nerviosismo persiste en la Bolsa de Valores. La deuda pública añade mayor presión a las circunstancias.
La división entre los partidos de oposición y la puja por la pretendida reforma al Poder Judicial no serán distractores suficientes para disminuir la atención que en los ámbitos financiero y económico se observan. El golpe a los bolsillos y la falta de empleo muestran señales de preocupación.
Hay que considerar que las obras insignia no producen, y aún cuando no están terminadas, acusan importantes fallas. Ahí está la refinería de Dos Bocas, Tabasco, que sigue demandando recursos y no tiene fecha definida para que inicie operaciones.
El Tren Maya arrasó con importantes áreas que debieron ser protegidas, quedan espacios técnicos y económicos por atender y si bien va, tardará años para que empiece la recuperación de los recursos erogados, en el supuesto de que eleve su ocupación y no represente riesgos.
Prácticamente es un fracaso que no contribuirá al desarrollo de la región, como se anunció e ilusionó. Y además, muchos grupos campesinos no reciben aún las indemnizaciones prometidas por la invasión de sus tierras o los perjuicios ocasionados durante la tendida de las vías.
El Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles” es otro fracaso. Presenta deficiencias estructurales, todavía adolece de vías para la comunicación oportuna y pese a medidas para obligar a las líneas aéreas a tener presencia, opera con pérdidas. Otro fracaso está en la operación de Mexicana de Aviación. Se ve nebulosa su operatividad y su futuro es incierto.
Atención especial merecen los aspectos educativo y de salud y la falta de reconocimiento a profesionales especializados en muchas áreas, que ha dejado al Gobierno sin la adecuada eficiencia y capacidad de respuesta a problemáticas generales.
Así se encamina a su conclusión la Administración Federal, que cuenta con medalla de oro en lo relacionado con la inseguridad. En desaparecidos y muertos las cifras constituyen récords y serán un lastre para el nuevo Gobierno, que está obligado a cambiar la estrategia para combatir a los criminales y sus organizaciones.
Esas son, a grosso modo, las implicaciones del mal manejo de la cosa pública. Han empezado los apuntes para la historia. Los comparativos, para ilustrar lo que representó el corrupto Gobierno del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, negado a la transparencia y plagado de manejos turbios de los recursos.