Opinión

EN LAS TRIPAS DEL JAGUAR | 16 DE MARZO DE 2024

GRAN VIDA DE LOS BRAVO

 A pesar de que han sido publicados en varios portales de internet los dispendios de los funcionarios de Layda Sansores, cuyos reventones contradicen la “pobreza franciscana” que predica el presidente López Obrador, ninguno ha sido investigado. Tal es el caso de la familia Bravo Muñoz, que vino a Campeche a darse una gran vida sin limitaciones.

Desde fiestas en yate sobre las translúcidas aguas de los Petenes y las bahías de Campeche con champaña desbordando las copas, hasta viajes de lujo por el Viejo Continente con gastos pagados y portando costosas prendas que les concede la ostentación del poder y el placer de vivir sin dificultades. Las imágenes de sus bacanales circulan en las redes sociales con comentarios afirmando que “son los vividores de la CdMx que vinieron a saquear Campeche”.

Los Bravo Muñoz acabaron con el poco prestigio que tenía Layda Sansores, quien además nombró vicefiscal a Arturo, el hijo de Marcela; colocó a su hija Samantha como jefa de Seguridad y Tránsito en El Carmen, a pesar de no tener experiencia; y a la otra hija, Sabrina Bravo, le permite cobrar en otras dependencias sin dar un golpe. ¿Quién dijo que se acabó la robadera?


GASTO DESVERGONZADO.

En los videos y fotografías de los reventones del grupo de funcionarios capitalinos y miembros de la estructura de Layda Sansores, en los que nunca falta la veterana Marcela Muñoz, aparecen otros funcionarios que vinieron a darse la gran vida a Campeche, como Stefan Solís, secretario particular de Muñoz que vino a manejar los dineros estatales y federales, a conveniencia de su patrona.

A la fiesta permanente se suman personajes como Gabriela Novelo, pareja del secretario de Comunicación Social de la Secretaría de Seguridad Pública de Campeche, y Juan Luis Lizárraga, que de bailarín de Nieves Paniagua pasó a ser jefe de la Unidad de Parques en Álvaro Obregón y hoy es director de Diversidad del Gobierno de Campeche.

Así, los anuncios de López Obrador de austeridad y pobreza franciscana se van por el precipicio de la desvergüenza de Layda Sansores. La prédica presidencial sobre las virtudes de renunciar a la codicia de dinero y posesiones, es una basura, pues lo contradice la ostentosa y opulenta vida de sus familiares, funcionarios y correligionarios. ¿Austeridad? ¿Para quién?

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