EXPEDIENTE | ODIENME MÁS, PIDE LAYDA SANSORES
Atribulada porque todos los signos a la vista confirman que no está en el afecto personal de Claudia Sheinbaum Pardo, la gobernadora Layda Elena Sansores San Román utilizó un buen espacio de su ridículo, intrascendente y bazofiesco programa de los martes, para tratar de convencernos de que es errónea nuestra percepción de que ella y la Presidenta están distanciadas.
La verdad, lamentablemente para ella, es otra. Para ella, aclaramos, porque chapada a la antigua, en esa cultura de la lambisconería y el rastrerismo, como condición sine qua non para crecer en política, que heredó de su padre, necesita saberse apapachada para sentirse influyente y poderosa. Sin brillo propio por su mediocridad, hipocresía y falsedad, necesita la luz de otros para intentar sobresalir, algo que no ha conseguido a lo largo de su historia personal.
Para ella es vital saberse en el afecto de la Presidenta, pese a que ese cariño no se refleje en satisfactores para los campechanos. Recordemos los tres años de sumisión que mantuvo con el expresidente Andrés Manuel López Obrador. Sus discursos empalagosos, tautológicos, arrastrados y zalameros, no se tradujeron en beneficios para Campeche y los campechanos.
Por el contrario, teniendo a una gobernadora sumisa y obediente como ella, al entonces presidente López Obrador no le costó mucho faltar a su promesa de que traería las instalaciones de Petróleos Mexicanos a Ciudad del Carmen, y fue precisamente ella, que priorizó el cariño de AMLO más que el beneficio para su pueblo, la que convalidó junto con el alcalde Pablo Gutiérrez Lazarus, que no se trasladaran las oficinas administrativas de la paraestatal a esa “pinche islita”, como ella misma calificó despectivamente a esa región, que financió con su riqueza petrolera gran parte del desarrollo de la nación.
En este orden de ideas, podemos decir que a los campechanos nos puede ir mejor, si la presidenta Claudia Sheinbaum sigue demostrando que no le tiene cariño a la gobernadora. Nos conviene que ella esté debidamente enterada de las decisiones erróneas que toma todos los días, de su acciones arbitrarias, de su innegable nepotismo, de la gran corrupción y del tráfico de influencias que persisten en este Gobierno, de su complicidad para con funcionarios corruptos como Jorge Lavalle Maury, Ramón Gabriel Ochoa Peña, su sobrino Gerardo Sánchez Sansores, su cuñada Rosa del Carmen Olvera viuda de Carlos Sansores San Román, y tantos más que han saqueado impunemente las finanzas del Estado.
Es infantil que Sansores San Román suponga que por mostrarnos una fotografía donde aparece junto a Claudia Sheinbaum, van a desaparecer por arte de magia todas las manifestaciones de desdén que ha recibido de la Presidencia. Es quizá una expresión lastimosa de la orfandad política a que está expuesta, presumir una imagen que no refleja la realidad.
Por eso es que su expresión de “ódienme más”, cuando presumió su foto junto a Claudia Sheinbaum, no ha causado más que hilaridad entre la escasa audiencia que sigue por las redes sociales su horrendo programa. Audiencia que, por cierto, se desplomó catastróficamente pese a todos los recursos públicos que le inyectan y a que obligan a sus simpatizantes cautivos a presenciarlos en vivo.
Por otro lado, hay que precisarle a la gobernadora que esa expresión de “ódienme más”, es la única instrucción que están acatando literalmente sus gobernados. Vaya, no era necesario que impartiera esa orden, ya que desde antes de su llegada al poder, los campechanos ya sabían de sus desvaríos mentales, de su procacidad, de su hipocresía, de su falsedad y de su prepotencia, y no le profesaban precisamente afecto.
Y si hay algo que Layda Sansores ha sabido multiplicar masivamente desde que asumió al poder, es el repudio popular en su contra. Basta con ver los comentarios a las publicaciones que sube a sus redes sociales, donde el 90 por ciento son de reclamos, insultos, burlas, sarcasmos, etcétera, y el otro 10 por ciento corresponde al intento estéril de sus bots y empleados para defenderla.
Nadie exagera al afirmar que es Layda Sansores la gobernante más repudiada en la historia de Campeche. Hasta los militantes de su partido han confesado públicamente que se equivocaron con ella, líderes que lucharon en el 97 han manifestado con dolor y tristeza que una cosa es Layda Elena y otra muy diferente López Obrador, o la 4T o Claudia Sheinbaum, por lo que jamás volverían a votar ni por ella ni por nadie con quien compartan intereses.
“Ódienme más”, pide una desvariada Layda Sansores, que no lee ni sus redes sociales, por lo que no está enterada que todos los días recibe mentadas a montones. A una gobernanta que no está consciente de la realidad, y que no le queda más que refugiarse en las mentiras, inventarse realidades inexistentes, construirse reconocimientos falsos, autopromoverse como “una de las 100 líderes del país” en desarrollo energético o seguir pagando aplausos, halagos y caravanas con dinero público.
Aunque bueno, hay otro camino para tratar de contrarrestar toda esa antipatía popular que viene arrastrando desde hace poco más de tres años: ponerse a trabajar. Dejar a un lado odios, rencores, resentimientos, deseos de venganza, frustraciones, amarguras y complejos.
Hacer a un lado a esos asesores farsantes que la han traído engañada mientras saquean las finanzas públicas, y empezar a cumplir tantas promesas que hizo en campaña, y las cuales ya ni siquiera recuerda. Aún le quedan poco más de dos años y medio para tratar de recomponer el rumbo e intentar reconstruir su imagen.
Pero como dice el Evangelio, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que Layda Sansores enmiende el rumbo. Y francamente, sería un milagro.