EXPEDIENTE | FRACASÓ LA “POLICÍA HONESTA” DE MARCELA
Cuando la raíz de un árbol se encuentra putrefacta, tarde o temprano terminará por contaminar todas sus ramas. Y si bien es cierto que algunas de sus extremidades tardan un poco más en fenecer, al final todo el cuerpo cederá ante la plaga o el virus maligno.
Precisamente eso es lo que acontece en la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana, donde su titular, la inepta, corrupta y negligente guanajuatense Marcela Muñoz Martínez, ha infectado de corrupción a toda la corporación policiaca, que está convertida en una de las peores del país.
No le ha inyectado Muñoz Martínez a sus elementos buenos ejemplos de vida ni de conducta. Tampoco ha demostrado poseer valores dignos de ser imitados, y la valentía es algo que simplemente no se le da. Por eso es que siempre anda encerrada a piedra y lodo en sus oficinas, y cuando por alguna razón tiene que salir, siempre se rodea de numerosos guardaespaldas fuertemente armados, y utiliza para su transporte vehículos blindados.
¿Acaso le ha propinado Marcela Muñoz algún golpe espectacular a las células del crimen organizado que operan en la entidad para que extreme sus medidas de autoprotección? ¿Les ha decomisado alguna cantidad de sus cargamentos de drogas, o de su arsenal, o ha logrado que les congelen sus multimillonarias cuentas bancarias?
No. Por el contrario. A simple vista se observa que les ha facilitado su operatividad. Retiró los retenes de inspección y vigilancia en las carreteras estatales. Canceló los módulos policiacos en barrios, colonias y unidades habitacionales. Redujo a su máxima expresión los patrullajes en las zonas catalogadas como “focos rojos”, y con negligencia criminal que debería ser penalizada, limita a los agentes la dotación de equipos de combate a la delincuencia, pese a que dispone de multimillonarios recursos federales para la modernización de esos implementos.
En suma, Marcela Muñoz otorgó todas las facilidades para que los cárteles de la droga puedan operar a sus anchas, por lo que las pugnas entre ellos por el control total de las plazas, han propiciado la proliferación de ejecuciones y atentados a balazos en prácticamente todo el territorio estatal, algo que la propia guanajuatense nos advirtió que iba a ocurrir, al aconsejarnos que “nos acostumbráramos” a esas situaciones.
Pese a ello, su protectora y cómplice, la nefasta gobernadora Layda Elena Sansores San Román la ha mantenido en el cargo. Cuando prácticamente todos los elementos se sublevaron en su contra, hartos de su ineptitud, negligencia, corrupción y nepotismo, la mandataria decidió ratificarla, en lugar de aprovechar esa coyuntura para depurar a la corporación de sus malos elementos —principalmente todos los foráneos— y para dotar a los campechanos de una policía confiable.
Pero no. El resultado fue contraproducente y hoy tenemos a una policía menos fiable. Los retenes se han convertido en una campaña permanente de hostigamiento, acoso y persecución contra los ciudadanos de bien, mientras los malandros operan a sus anchas.
Se han multiplicado las detenciones arbitrarias, los abusivos aseguramientos de vehículos para incrementar los montos de recaudación por multas o sobornos, y ahora hasta se dan el lujo de violar la intimidad de los hogares, acosar sexualmente a mujeres casadas, y ordenar operativos para rescatar al elemento que sea pillado en ese acto, como ocurrió recientemente con el “Pony” en la Unidad Habitacional Siglo XXI.
Ese escándalo, que debió concluir con el cese inmediato del policía sancheador y de sus cómplices que acudieron a rescatarlo, con abuso de autoridad, pudo haberle servido a Marcelita para limpiar un poco su imagen, pero ¿con qué cara puede pedirle a sus elementos que no anden de mancornadores, si ella misma tiene a su pareja desempeñando un alto puesto en la corporación, de la que no ha sido cesado pese a que le han demostrado los abusos, excesos y corruptelas en que ha incurrido?
¿Cómo pueden exigirle a los ciudadanos que respeten las leyes y los reglamentos, si ella tuvo que torcerlos para satisfacer sus deseos de venganza y despedir arbitrariamente a todos los elementos que se atrevieron a sublevarse en su contra?
Lo dicho. Si la raíz de una corporación, si su cabeza está podrida, tarde o temprano termina por contaminar a todo el cuerpo, y como resultado tenemos a una institución que carece de principios, valores y afán de servicio leal y honesto a la ciudadanía. Sólo tenemos a unos policías que imitan cabalmente a sus jefes, la mayoría de ellos foráneos, que son corruptos, desleales y traidores.
Lamentablemente, seguiremos siendo los ciudadanos los que pagaremos los platos rotos, pues esa cabeza putrefacta, tiene la protección incondicional de una gobernadora, que también lleva la pudrición por dentro.