EXPEDIENTE | EL CASO ARACELY, FEMINICIDIO ANUNCIADO
¿Con qué cara presume la gobernadora de Campeche, Layda Elena Sansores San Román, que defiende a las mujeres y que no permitirá ningún caso más de misoginia ni de violencia de género, cuando sus instituciones no quisieron ni fueron capaces de proteger la vida de la empresaria ganadera, Aracely Contreras, asesinada a ráfagas de metralleta el pasado lunes cuando se dirigía a su rancho?
No podemos pasar por alto el tema porque no debemos esconder y mucho menos disfrazar las verdaderas razones por las cuales Aracely perdió la vida.
Fue un caso de evidente negligencia policiaca, pues ni la Fiscalía General del Estado, ni la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana, ni la Comisión de Derechos Humanos, ni el DIF estatal a través de sus procuradurías de defensa del menor, la mujer y la familia, ni nadie, quiso escuchar los llamados de auxilio de la joven ganadera escarceguense.
De nada sirven los hipócritas y falsos discursos feministas de la gobernadora Sansores, más empecinada en insultar y difamar a sus adversarios al acusarlos mañosamente de misoginia, que en atender los reclamos del pueblo en materia de justicia y seguridad pública.
Una breve cronología del repudiable crimen nos confirma que este violento y anunciado feminicidio es culpa de las autoridades, cuya negligencia e ineptitud le están saliendo muy caro a los ciudadanos campechanos.
Desde el 29 de Marzo pasado, Aracely “subió” a su cuenta de facebook fotografías del vehículo que la perseguía junto con sus ocupantes, a los cuales identificó con nombres y apellidos, pero nada hicieron las autoridades.
En abril continuó publicando en redes sociales las agresiones a balazos que sufría en su rancho y contra su hijo, a quien le habrían disparado los cobardes agresores, luego le cortaron los alambres del cerco para que su ganado escapara y le quemaron parte de su propiedad. ¿Dónde estaban entonces el Fiscal General Jakson Villacís Rosado, el vicefiscalito Arturo Bravo Muñoz y la superdefensora de las mujeres, Layda Sansores San Román?
El litigio por la propiedad del rancho concluyó hace unas semanas, cuando la autoridad judicial ordenó que le devolvieran parte del rancho, así como el desalojo de quienes lo ocupaban ilegalmente. Paradójicamente junto con la firma del juez que le concedió la razón, se rubricó también su sentencia de muerte.
Y eso ocurrió el pasado lunes 7 de julio, cuando Aracely se dirigía a su rancho, ubicado por Aguacatal, en el Municipio del Carmen, cerca del kilómetro 202 de la carretera federal Villahermosa-Escárcega, un vehículo se le emparejó para rafaguear su camioneta causándole la muerte, mientras que su menor hija resultó lesionada.
¿Qué dijo al respecto la gobernadora Layda Sansores en su pasado “Martes del Jaguar”? Absolutamente nada. No le importó el dolor que enlutó a esa familia, ni la conmovió la crueldad de los cobardes sujetos que, al amparo de la impunidad y del proteccionismo que recibían de las corruptas autoridades, consumaron la ejecución de Aracely. No le dedicó ni siquiera 30 segundos de su patético show semanal.
Mientras Layda Sansores juega a ser “defensora de las mujeres” y como Quijota de la Mancha lucha contra molinos de viento a los que considera monstruos gigantes de la misoginia, una verdadera agresión contra una mujer se consumó a la vista, paciencia y tolerancia de sus autoridades que se supone, están para proteger a los ciudadanos.
Qué lamentable que por la ofuscación de sus obsesiones de venganza, para la gobernanta sea más grave la supuesta misoginia que le ha ocasionado los “problemas psicológicos” de los que se queja, que un feminicidio ejecutado con premeditación, alevosía y ventaja, y tolerado por la indolencia del vicefiscal Arturo Bravo Muñoz, a quien se asignó el caso.
¿Qué acciones emprendió el junior vicefiscal? Porque lo único que demostró con este hecho es que es un completo fracaso para procurar justicia y garantizar la seguridad de quienes van a la Fiscalía en busca de protección.
No hay excusa que valga, ni defensa que reduzca la culpa de las autoridades en la ejecución de Aracely. Ya solo les queda detener a los asesinos para reducir su peso de conciencia, pero nada le devolverá la vida a la empresaria ganadera, cuyo gran pecado fue confiar en estas autoridades, que gritan de dientes para afuera que protegen a las mujeres, pero en los hechos propician con su ineptitud y negligencia que las desaparezcan.