¿CUÁNDO FUE LA ÚLTIMA VEZ QUE SENTISTE QUE IMPORTABAS REALMENTE?
POR: VÍCTOR COLLÍ EK
El reflejo de tu rostro en la pantalla, no como un estereotipo, sino como una persona completa. La sensación de que tu voz cuenta en las conversaciones que definirán el futuro. Ese reconocimiento podría ser la clave para sanar nuestras sociedades fracturadas, ha revelado la profesora Michelle Lamont.
Ese vacío cuando, sin importar cuánto te esfuerces, quedas fuera de lo que la sociedad valora, no es una experiencia aislada. Lamont, profesora de Harvard, desentraña el dolor colectivo que nos atraviesa. Habitamos sociedades donde el valor humano se ha reducido a una estrecha definición de éxito. “El modelo predominante nos dice que debemos ser exitosos, efectivos, autosuficientes y competitivos,” explica. Este guion neoliberal, instaurado durante cuatro décadas, ha creado una dolorosa división: quienes poseen títulos universitarios y capacidad de consumo frente a quienes quedaron relegados a la invisibilidad.
Lo más revelador de su investigación radica en cómo esta división desgarra el tejido social. Los movimientos aparentemente antagónicos —desde Black Lives Matter hasta MAGA— comparten una raíz común: la búsqueda desesperada de dignidad y reconocimiento. “La dignidad importa para el bienestar tanto como los recursos materiales,” enfatiza Lamont, tocando una verdad que resuena en nuestras entrañas. Ese anhelo de ser vistos y valorados por quienes somos constituye una necesidad humana fundamental que trasciende ideologías.
El relato toma aquí un giro esperanzador. Lamont nos transporta tras bastidores, revelando cómo creadores culturales —desde guionistas hasta comediantes— transforman sutilmente nuestras percepciones colectivas. “Transparent”, la serie que humaniza la experiencia trans, o “Roma”, que coloca en primer plano a mujeres indígenas tradicionalmente invisibilizadas, representan algo más profundo. “Nuestra meta es humanizar, hacer visible, crear representaciones multidimensionales,” confesaron estos creadores a Lamont. Estas producciones trascienden el mero entretenimiento, funcionan como poderosas herramientas para remodelar nuestra percepción sobre quién merece importar en la sociedad.
Mientras los adultos se enfrascan en encarnizadas batallas culturales, la Generación Z reescribe las reglas del juego social. En un panorama donde el sueño tradicional de movilidad social se percibe como una fantasía cruel, estos jóvenes están forjando una forma alternativa de esperanza fundamentada en la autenticidad y la inclusión. “Poder vivir auténticamente y ser reconocido por quien quieres ser,” señala Lamont, se ha convertido en su forma de resistencia. Los pronombres personales y la identidad han adquirido tal relevancia, precisamente porque encarnan ese anhelo fundamental de visibilidad social.
Las investigaciones de Lamont con jóvenes trabajadores sin título universitario destapan una tendencia perturbadora. Muchos encuentran “reconocimiento a través de la exclusión”, valorizándose mediante el desprecio hacia otros grupos. “No vamos a apoyar a Ucrania, ni a Gaza, ni a inmigrantes indocumentados. Vamos a apoyar solo a personas como yo, estadounidenses trabajadores,” expresan estos jóvenes. Esta corriente refleja nuestra necesidad desesperada de sentirnos valorados, incluso si ello implica levantar muros más altos.
La investigación de Lamont resuena con una pregunta medular, ¿cómo construimos un mundo donde más personas sientan que pertenecen? No basta con la empatía individual o con “ser amables,” advierte. Necesitamos transformar los sistemas que definen quién resulta considerado valioso. Precisamos narrativas alternativas que amplíen nuestra visión de lo que significa ser humano.
La lección más potente quizás sea que las fronteras entre “nosotros” y “ellos” no constituyen realidades inmutables. Representan construcciones sociales que, con las herramientas adecuadas, podemos rediseñar para crear sociedades donde todos —sin importar su origen, educación o capacidad económica— experimenten ese anhelo fundamental: importar. ¿Cuándo sentiste por última vez que te reconocían verdaderamente?