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LA MUERTE DEL PAPA FRANCISCO: UN ADIÓS CON EL SIMBOLISMO DE LA PASCUA

La muerte del Papa Francisco, ocurrida en el Lunes de Pascua (Lunes de Pasquetta), tiene un significado profundamente simbólico para los católicos de todo el mundo. Su fallecimiento al amanecer de este día, justo después de la noche en que se celebra la Resurrección de Cristo, podría interpretarse como el cierre de un papado que estuvo marcado por la reflexión religiosa, la humildad y el amor por los demás.

Una antigua tradición de la piedad popular romana, que remonta sus raíces al siglo IV y fue compilada por San Gregorio Magno, sostiene que aquellas personas que fallecen el día de Navidad o Pascua tienen un vínculo especial con Dios. Los católicos creen que aquellos llamados a la vida eterna en estas fechas han vivido una vida íntegra, difícil y plena, como un signo divino de su aceptación. Es como si Dios, en un acto de cariño y aprecio, quisiera proclamar, tal como en el monte Tabor: “Este es mi hijo, escuchadle”. Para muchos, el hecho de que el Papa Francisco haya fallecido en este día es visto como un aval a su vida y su papado, un reconocimiento celestial de su dedicación y servicio a la Iglesia.

Francisco cerró su papado de 12 años y 39 días en este día tan significativo, un papado que siempre estuvo marcado por su compromiso con los más necesitados, su cercanía con el pueblo y su trabajo pastoral incansable. Incluso en sus últimos días, la enfermedad no le apartó de sus labores. En su última Semana Santa como Sumo Pontífice, Francisco continuó guiando a los fieles con la misma dedicación que lo caracterizó a lo largo de su pontificado.

El entierro y funeral de Francisco, como era de esperar, será un reflejo de su vida de sencillez y humildad. En noviembre pasado, el Papa modificó las costumbres de las exequias papales, simplificándolas para que su despedida estuviera alineada con los valores que siempre defendió. El último adiós del 266º Papa de la Iglesia Católica será, por lo tanto, una despedida marcada por la austeridad, en la misma línea de su papado.

Hoy, la Iglesia y el mundo entero se despiden de un hombre que dedicó su vida a la misericordia, a la paz y a la inclusión, un hombre que, al igual que Cristo, se hizo cercano a los más débiles y necesitados, dejando un legado que permanecerá en los corazones de millones de personas.

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